Podríamos plantear la idea de que nos volvemos un poco caprichosos cuando estamos enamorados, nos aferramos a una única forma y manera de amar que por ningún motivo podríamos salir de ella, nuestro “amor” en ese momento es generoso, cordial, atractivo, de buen humor, digamos casi perfecto.
Pero ¿cómo es que al pasar del tiempo eso se acaba? Habríamos que
entender dónde empieza todo y, empieza, en realidad, antes de la luna
de miel, de qué está hecha nuestra forma de enamorarnos y nuestra
forma de amar.
Cada persona “ama” de diferente manera; hay quienes se enamoran especialmente de quien no deben, o hay quienes pueden tolerar involucrarse con alguien comprometido pero no soportan la idea de que hubiera una cuarta persona a la vez, algunos hombres o mujeres sienten poder rescatar a su amado, se sienten responsables del otro.
Estas formas son clave porque al encontrar a alguien semejante o, tal vez, con las mínimas características de nuestro ideal de amor, asumimos que lo tiene todo y, de poco a poco nos enteramos que no es así, esto ocurre sobre todo en el día a día en la cotidianidad, bien dicen que: “cuando el hambre entra por la puerta, el amor sale por la
ventana”.
Asombra ver cómo una persona se aferra a alguien de quien no debe, o de quien está comprometido o de personas que se hacen cargo de su pareja en todos los sentidos.
Así que, más vale entender cómo fuimos formando nuestro ideal de amor, cuál es nuestra forma de amar. Hacer un acto reflexivo y, esto nos ayudará a salirnos de una relación que no tiene futuro, especialmente si quisiéramos que lo tuviera.
Y si estamos dentro una relación a la que realmente queremos estar, creo que hay que admitir que debemos derrumbar nuestro ideal de amor y tratar de tener en sana convivencia, entendiendo que la realidad no es ni será esta fase de enamoramiento sino lo cotidiano y una realidad que tal vez, es una prueba de amor y de tolerancia diaria.
