En esta ocasión me ocuparé de este refrán, y llega de inmediato a mi mente los niños, si bien, el refrán hace referencia a una persona que pueda ser tan perspicaz e inteligente que no necesita de mayor explicación para deducir con facilidad lo que se quiere decir, si nos detenemos a observar a un niño, dentro de su desarrollo, como adultos solemos tener la firme idea de que un “niño no entiende” y, partiendo de esto tenemos ciertas actitudes incluso, fuera de lugar, con el afán de hacerlo entender, como por ejemplo, las nalgadas, pellizcos, jalones, o repetimos cientos de veces la palabra “no”.
Más allá del placer de fumar
El gusto por fumar se puede volver con facilidad en una necesidad difícil de controlar, de poco a poco el placer por disfrutar un cigarrillo, cambia hacia la ansiedad que da el tener que apagar uno, y querer otro, y luego otro.
Pareciera ser que el momento placentero pero efímero del fumar un cigarro suple por mucho, la sensación de angustia, pero como lo he dicho, es tan pasajero que por eso se busca otro y otro, en un intento por lograr perdurar la “falsa” sensación de placer.
El sujeto siente que ese cigarro puede ser el último pero al experimentar su ausencia y la ansiedad que le acompaña provocan la imposibilidad de dejar de prender el siguiente.
Ansiedad y placer forman un juego lejos-cerca; cerca-lejos, un afán por sentirse lejos de la ansiedad y cerca del placer ¿qué puede más, la necesidad de buscar el placer o el apuro por evitar a toda costa la ansiedad y angustia que da el encontrarse sin él: sin el cigarro que se convierte entonces en un sostén emocional, así que, de esta manera a pesar de que el sujeto hace grandes esfuerzos y lo dice una y otra vez: “voy a dejar de fumar” se vuelve imposible lograrlo, aun con conocimiento de causa de las afectaciones tan importantes a la salud, tiene más fuerza la necesidad de llegar a ese estado tan grato, agradable, delicioso, seductor que provoca el cigarro.
Las 5 alertas para reconocer problemas en la conducta alimentaria que pueden llevarnos a un sobrepeso
Los problemas conductuales en nuestra alimentación pueden convertirse en complicaciones importantes de salud, que fácilmente los dejamos de lado creyendo que esto no puede pasar porque creemos que tenemos cierto control sobre ello.
Poco a poco y sin querer, nuestras conductas alimentarias van gobernando nuestro estilo de vida y, llevándonos a buscar cada vez más justificaciones de nuestros actos, que además tanteamos a los demás con tal de encontrar una réplica de aprobación.
A continuación describo, de acuerdo a mi experiencia, algunas alertas que nos pueden dar a entender que lo estamos haciendo mal y que debemos poner un alto a estas conductas o tal vez, de mejor manera, solicitar ayuda de un profesional.
Esta lista no tiene que ver con un orden, podemos presentar todas las conductas o actitudes a la vez, o sólo una de ellas, cada uno puede evaluar qué tan serio considera que puedan estar sus actitudes al respecto de las conductas con relación a la comida. Brevemente desarrollo cada una pues, en realidad, podría extenderme.
“No por mucho madrugar, amanece más temprano”
Es momento de profundizar desde la perspectiva psicológica este refrán, al fin es muy común escuchar la necesidad de empezar el día muy temprano.
La expresión coloquial de madrugar puede tener una doble acepción: levantarse al amanecer o anticiparse a las cosas. Una persona que por costumbre se levanta al amanecer por convicción propia y no por obligación, muy probablemente busca en el fondo ganarle al tiempo con todas sus actividades programadas en el día, pero hay también casos en que las personas no logran conciliar el sueño pasado el amanecer y, me hace pensar, que se les dificulta soltarse de las cosas y las circunstancias, que, en lo general, se sienten responsables hasta de las circunstancias donde no son responsables, están listos y a la expectativa para lo que venga…aunque sea un día de descanso.
¿De dónde vendrá esta posición de alerta?
Es como querer ganarle al tiempo. Poder “cumplir” más cosas de las programadas, anticiparse también y, el punto es una cierta sensación de prisa persistente, pensar en un futuro que nunca llega, es aumentar de poco a poco el estrés diario con esta posición, cuando al final, es casi imposible, ganarle al tiempo, es difícil amanecer más temprano, caemos en una carrera interminable que hace pasar por alto nuestro presente, pensando todo el tiempo en que el futuro…algún día llegará.
El que nace pa’ tamal del cielo le caen las hojas.
Este, es un buen momento para analizar la perspectiva psicológica de este refrán, al fin una conversación sobre el tamal puede ser ligera, aunque el tamal en sí puede ser pesado.
El tamal es propio de nuestra cultura, así que, el refrán puede hacer referencia a lo arraigado que puede ser alguien a sus costumbres, ideología o valores y. cuando en ocasiones nos preguntamos el por qué nos suceden ciertas experiencias que no deseamos, probablemente tendría que ver con la forma en que nos conducimos ante la gente y ante las circunstancias que, en realidad tenemos un impulso por repetir conductas guiadas por nuestras costumbres, nuestra ideología y valores como forma de sobrevivencia a pesar de que la circunstancia sea diferente, solemos responder igual a ella.
“Del cielo le caen las hojas”, con esta idea planteada de actuar siempre a partir de nuestra formación, costumbres, ideología, etc.
¿Podría ser que ajustamos todos los elementos de una circunstancia, para al final responder igual? tal vez, no es que “caigan las hojas” sino que acomodamos o nos acomodamos de tal manera que se espera una réplica, de nuestra manera de ser.
De tal manera que vamos construyendo nuestra vida hacia un rumbo en el cual, si nos detenemos a pensar, estamos destinados a que se den ciertas circunstancias que de manera inconsciente tal vez no hubiéramos deseado que ocurrieran.
¿La vida se encarga de ponernos todos los medios para que se cumpla nuestro destino o nosotros vamos de poco a poco acomodando las cosas para que se cumpla nuestro destino?
A mi modo de ver, somos cada uno de nosotros consciente o inconscientemente quienes construimos nuestro destino y lo que nos “cae del cielo” son las consecuencias de nuestros actos conscientes o inconscientes.
La psicología ayuda a reconocer cuáles son nuestros deseos más profundos que nos mueven a realizar actos que de alguna manera nos hacen llegar paradójicamente a situaciones que no deseamos.

