En ocasiones caemos en la desesperanza, nos sentimos perturbados o cargamos con conflictos que se fueron gestando en nuestra infancia, solemos darle vueltas al asunto y seguir con nuestra vida tratando de pasar por alto este desequilibrio emocional.
Hablamos de esto con personas con quien sentimos confianza como por ejemplo, el estilista, el barbero o el cantinero, bueno ¡hasta con un amigo cercano!
Estamos pendientes de contar nuestra historia pero no estamos dispuestos a escuchar sus opiniones, solo queremos hablar y cuando ese “alguien” que escucha dice algo semejante a lo que estamos pensando sea bueno o malo; asentimos y seguimos enredándonos en nuestros propios pensamientos perturbadores. Al escuchar algo
negativo al respecto nos orilla a ver aún peor las circunstancias.
Tratamos de olvidar en el día a día que hay un dolor y así pasan semanas, meses o hasta años y, de vez en cuando sale una lágrima; ¿qué hacer con las lágrimas?
Al decir sí a un apoyo emocional, no solo somos valientes sino que estamos abriendo una posibilidad real de que dentro de nuestra historia pueda gestarse una nueva versión de los hechos y aunque de principio lo más que sentimos es ansiedad o miedo a lo que pueda florecer dentro de la sesión, es muy probable que precisamente eso nos lleve a la calma, en una sesión de psicoterapia no cabe el auto engaño para llegar a ser lo que se puede ser y, ayuda a desenrollar todas esas ideas y sentimientos que están sumamente
enmarañadas.
Se puede transformar una mirada personal de todo el mal que experimentamos hacia algo más constructivo para sostener con valentía nuestra vida con todo y las dolorosas verdades que tenga.
Después la vida no es la misma.
